lunes, 19 de marzo de 2012

"A mi padre"

En un dia como hoy en el que - dejando perversas intenciones comerciales al lado -tenemos presente a nuestros padres, me comunican desde el CERTAMEN INTERNACIONAL DEL COLECTIVO CONILEÑO DE ARTISTAS 2012 “POEMAS DE AMOR” que los dos sonetos que envié dedicados a A MI PADRE han obtenido el tercer premio en dicho concurso. Luis, mi padre, ha tenido una manera especial de hacerse presente hoy. Para mi es una doble motivo de satisfaccion haber sido premiado en un certamen con tanto sabor a indocencia. Os dejo aqui el poemario de nuevo. Los sonetos premiados son los que comienzan con los versos "Pequeño de tamaño, no de grado y ""Permanecer de pie, no derrumbarme" respectivamente.




A MI PADRE

“Seguiremos adelante,
como junto a ti seguimos...”
(Carlos Puebla)



Pequeño de tamaño, no de grado;
liviano en la balanza, no en la ausencia;
sutil en la figura, no en la ciencia;
tan breve la silueta, no el legado.

Ágil en la palabra y el cuidado;
profundo en la mirada y la experiencia;
honrado de la piel a la conciencia.
Imperfecto, humano, limitado.

No te lloro ni te añoro por perfecto
modelo pues tú mismo me enseñaste
a no ser quién no soy, ser diferente.

Mis lágrimas son sólo un insurrecto
dolor que busca el bálsamo que baste
para sanar un corazón doliente.



Parece que te poses a mi lado
cada vez que en algún lugar me siento
con gesto de poeta en el intento
de volver a mis rimas del pasado

Te imagino leyendo lo creado
y en tus ojos busco el asentimiento,
nervioso como un niño y tan contento
de tenerte por lector y por aliado.

Me gustaba saberte compañero
de camino en la trova y en el reto
de mezclar en un papel lápiz y ánima

Y hoy, desde dónde estés, espero
que la vista te alcance a mi soneto
donde sumo los versos y las làgrimas.



El niño que fui yo no te encontraba
padre cercano en día laborable.
Madrugabas feroz. Yo, confortable,
te despedía entre sueños, te añoraba.

La fábrica, exigente, te robaba
- junto a aquel bodegón tan entrañable
y chapuzas y deberes memorables -
las horas que mi infancia reclamaba.

Por eso tuve envidia de tus nietos
cuando estalló tu amor sexagenario
y fuiste abuelo así a tiempo completo

El torrente de amor con que a diario
cuidabas a tu prole sin asueto,
acabó con mi celo parvulario.



Yo conozco al niño que tú fuiste.
¿Recuerdas? Tú nos lo presentaste.
Desventuras, sinfín, que nos contaste:
De estraperlista a monago, presumiste.


De todo aquel caudal, a veces triste,
me marca aun el hambre que narraste
y el plato de comida que robaste,
famélico, al descuido, en un despiste.

El hambre que la infancia te robaba,
cincelaba tu cuerpo y tu conciencia,
sembrando en ti el hombre venidero.

En tu pecho la luz ya germinaba
pues eras tierra fértil, pura urgencia
de un futuro sin niños “descuideros”.



Permanecer de pie, no derrumbarme,
que el dolor no me gane la partida;
tu memoria, más fuerte que mi herida,
que llore el corazón sin desangrarme.

Llegar a tu estatura y asomarme
con vértigo a la altura de tu vida.
Caminar sin el arnés de tu querida
presencia. No quiero acostumbrarme

a ser huérfano de risas. Tu ausencia
me duele cada día y yo remonto
el dolor remando en tu legado.

De ti aprendí a caer y en tu presencia
a levantarme herido pero pronto,
a vivir de pie, sangrando pero alzado.



No negaste ese miedo tan humano
en la antesala de la última partida,
ni presumiste de certezas en la vida:
fuiste así el más coloso y el más llano.


Pedías, exigías nuestra mano
acompañando la tuya, consumida,
buscando no estar solo en la salida
que escogiste tan lúcido y temprano;

cansado de luchar sin esperanza
contra el aire que insumiso se negaba
a poner en tu rutina dignidad,

nos dejaste tu penúltima ordenanza
que disolvió nuestras dudas y llenaba
de grandeza tu epílogo vital.



Tú mereces el cielo aunque no exista.
Yo te imagino llegando hasta su arcada,
triste aun, en la tierra la mirada,
estrenando piernas, aire, brazos, vista…

En la puerta no hay santo que te asista:
una legión de amigos atacada
por los nervios anhela tu llegada,
se alborota y jalea inconformista.

Jaime, Esteban, Antonio, con orgullo
quieren ser los primeros de la fiesta
pero Tina los contiene al demandarles:

- Primero los del barrio, los más suyos.
Sin prisas, ponle un vino que nos resta
toda una eternidad para abrazarle.

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