martes, 27 de noviembre de 2007

Indocencias de Ramón Luque Sánchez

EL PAÍS DE LAS HORTENSIAS


1
Yo estuve en un lugar donde la piedra
le da forma a la bruma, que, llorosa,
resbala por la luz de la mañana.
De un hilo penden lunas sobre el campo.
Siempre llueve, y el mar quiere estirarse
diluido en arco iris que delira.
En los acantilados reverberan
los latidos del viento, y las olas
peinan faros de azules imposibles.
Las estrellas desnudan sentimientos.
Amanece, y la niebla es un fantasma
que emblanquece con salmos la pleamar;
allí se ocultan ojos de gaviotas,
su vuelo nos delata el horizonte.


2
Yo estuve en un lugar donde la magia
aún besa a la tierra y a la gente,
donde el agua acaricia en el gris
de la tarde los rostros de las casas.
Yo estuve en un lugar -siento nostalgia-
donde el barro seduce a la madera
y la eterniza en calles centenarias,
El sol corta perfiles medievales.
Aún subsisten mitos que proclaman
al hombre que se forja en la leyenda.
Hombre sin miedo al miedo: poema y tierra.
Yo estuve en un país donde las plazas
son mercados de luz, aromas, voces
que besan los sentidos cada aurora.


3
Yo estuve en un lugar, marcan sus nombres,
que tiran la coraza con que el hombre
se enfrenta a la quimera que es la vida.
El rito es la ventana de sus almas.
Es Cornualles y es Brest, Quimper y Nantes,
Rennes, L´Ille de Bréhat, Pointe du Raz,
Saínt-Malo, el calvario de Plougonven...
La impresión se arracima por la sangre.
Aún recuerdo triste ese fulgor
que graba imágenes en la memoria
al caer de la tarde, impresiones
que siempre están ahí, acariciando
al frágil corazón que un bello día
se dejó arrebatar por lo inefable.


4
Yo estuve en el país de las hortensias,
que se abren al viajero y lo fascinan.
Islas hay donde el tiempo confundió
la alquimia de las olas con las lágrimas.
Allí el mar y la tierra se diluyen
entre la espesa nube que se ciñe
como velo al paisaje. Un sol estalla
después de la tormenta y un festín
de luz confunde la mirada. Un dios
rompe su máscara agorera y náyades
perfilan emociones. Es Bretagne,
una flecha hacia el mar que quiere huir
de Europa. Un corredor al que iluminan
los colores del agua y las hortensias.

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